Dicen que un fantasma de puritanismo feminista recorre
el mundo artístico por culpa del movimiento #MeToo. Artistas de
distintas disciplinas han dado un paso al frente para defender la
libertad sexual en peligro. Pero… ¿y si, sin saberlo, los puritanos
fuesen en realidad quienes han salido a combatir ese supuesto
renacimiento de la moral puritana?
Puritanismo es la palabra de moda desde hace
semanas en los medios de comunicación, concretamente en el ámbito de las
artes y la cultura. Hay muchos escritores, periodistas, guionistas…
proclamando su preocupación por lo que consideran una “ola purificadora”
contra la libertad de creación y expresión y un ambiente de “sociedad
totalitaria” que persigue la libertad sexual e impone un modelo de buen
comportamiento sexual similar al de la moral victoriana. Un centenar de
mujeres, artistas francesas, capitaneadas por la escritora y marchante
de arte Catherine Millet, abrieron la espita publicando un manifiesto contrario al movimiento #MeToo (que
denuncia el acoso sexual sufrido por las mujeres en el ámbito
profesional), surgido a raíz del caso del productor de Hollywood Harvey
Weinstein. En él afirmaban que las feministas exageran confundiendo la
seducción y la galantería con los ataques sexuales, y defendían el
derecho de los hombres a “importunar” y el de las mujeres a disfrutar de
ser el objeto sexual de un hombre si se les antoja.
La señora Millet, en una tribuna titulada “La mujer no es solo un cuerpo”,
ha seguido ahondando en su cruzada contra el fantasma del puritanismo
feminista que supuestamente recorre el mundo artístico, y lo ha hecho de
una manera que resulta paradójicamente muy puritana, destacando la
supuesta capacidad innata de las mujeres para soportar las relaciones
sexuales que les desagradan a través de la abstracción mental, y
apelando a la doctrina cristiana de la distinción entre cuerpo y alma y
la prevalencia de ésta sobre la materia corpórea. Si esto no es
puritanismo, se le parece mucho, aunque por haber “perdido la cuenta de
las pollas de desconocidos que atrapó al vuelo por las calles de París”,
tal y como la propia Catherine Millet relataba en un libro
autobiográfico sobre su vida sexual, ella se considere en las antípodas
de la moral puritana. Millet reivindica la condición de mujer objeto, y
¿qué es si no un objeto la mujer en la concepción puritana de la
sexualidad? Un simple recipiente de fluidos y herederos, sin derecho a
decir que no.
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